Y me escapo cuando puedo. O mejor dicho me escapo cuando no puedo más. Cuando no tengo nada para decir, cuando al soltar nuestro abrazo, se me anuda la garganta y siento que algo se resquebraja entre mis datos que de a poco se me develan como latiéndome en la cabeza. Mientras, me calzo otra vez las chatitas y siento que te vas despellejándome de a poco.
Morí de amor mientras bailábamos. Y, ahora, con luces mas blancas, todo vuelve y siento rabia. Por eso chau; no puedo soportarlo más, me voy sin poderte mirar una vez más. Ya está; se aquieta mi sangre, detengo las lágrimas...
Quedé con menos que con nada pero blanda, muy blanda - como lista para ser golpeada, como lista para ser amada, nada lista para sentir el dolor de una despedida tierna.
Podés creer - y no es la primera vez, que pasan y me dejan restos de comida?! Gracias pero no tengo hambre!!! - y no me ofende que lo hagan, simplemente les cuento: no tengo hambre. Con la plata que recaudo día a día gracias a quienes valoran el arte callejero, me alcanza para comprar la harina y hacerme los ricos panes de cada día, desayunar de manera contundente y tener energía para bailar. Si de verdad tuviera hambre tal vez no podría moverme, mucho menos bailar. Acaso cuando van a ver un espectáculo o un showcete le tiran un pedazo de hamburguesa a ese que les actúa o les canta ahí arriba?!. No tengo la suerte de estar en un lugar al que ustedes - la mayoría considera "el lugar" para la las expresiones artísticas. Pero les cuento que elijo este escenario a cielo abierto, a frío abierto, a sol furioso. Elijo trabajar en el lugar que todos los días pisoteamos, el lugar donde defecan perros y palomas, donde viven los que de verdad no pueden elegir y comen de la basura ( a esos ni los miramos ni para tirarle el pedazo de hamburguesa no?).
Y ahí al final del último tango que bailamos, entre que me sacaba los tacos y me calzaba las chatitas, pude comprender que no amo a cada uno de los milongueros con quienes bailo pero sí me enamoro de cada uno de los milongueros con quienes bailando no me despego entre tango y tango. Frente a esos encuentros me siento tan débil; an desorientada cuando el abrazo termina y debo ir...no se, no se dónde debo ir - si ni se dónde ahora estoy. Lo único que quiero es seguir quedándome ahí...
Es como cuando te da la ducha helada sobre la nuca. Una revelación. Un dolor que te acuchilla y te destruye en un instante y que, luego pasa a entibiarte en medio de una especie de trance alentador. Creí que no iba a encontrar otro hombre que me nockee en un abrazo, que me aquiete y lacere mi desnuda mansedumbre. Y allá estaba palpitando tras rulos antitangueros el muchachito de remera gastada -parecía anaranjada y bombacha de campo color de arena mojada. Una fiesta en Cochabamba entre luz amarillenta, entre cuerpos a montones, carcajadas, pibas buenas, mucho morocho en San Telmo... Códigos en la pista destrozándose van rodando, jugueteando y resbalando entre ochitos milongueros. Y, entre una nube de talco, corazones - mas que piernas, van moviéndose. Y una que queda perpleja, atontada, vulnerable, mansa, clara e irremediablemente por toda la noche: enamorada ( y pensar que hasta hace un rato a otro andaba extrañando...).