Anoche me robaron un beso en el último tango de la tanda de
Fulvio Salamanca.
No me di cuenta que sucedería. Fue un beso corto, rápido, como
besar sin saber que nos estábamos besando. Como querer darlo y al mismo tiempo
evitarlo. Justito en medio del tumulto de la pista de madera nueva, de lustre
radiante, de abrazos que se dejan, que resbalan, que se apagan.
No se si me gustó. Como aquel primer beso con quien fue mi
primer amor, tal vez mucho no me gustó y hasta guardo un sinsabor. No es la milonga lugar para besar y superar la magia del abrazo.