No cabía un alfiler y sobraba la falta de él. El hombre de
la mesa contigua no dejaba de mirarme; podía divisar todos sus movimientos sin dirigir mi vista concreta hacia él. Estiraba su cuello,
cambiaba de posiciones, chasqueaba sus dedos al compás del tango que sonaba y
cada tanto hasta me chistaba. Me hice la tonta – me encanta. Frente a él y a
los que me merodeaban que ya recontra
fichados me los tenía con su manera de bailar ( y no me gustaban). Nosotras podemos elegir chicas y, si es necesario acatar las pautas
milongueras , habrá que seguirlas pero recordemos: nuestro “no” es la indiferencia. Lamentablemente en mi caso el “si” tampoco es un cambio abrupto . Me pongo más indiferente aún , me da verguenza mirar a esos hombres que me gustan tanto y entonces, acá estamos. Tengo miedo a incomodarlos, a que por mirarlos sientan que deben acercarse a sacarme a
bailar, no se...
No estaba él ni tampoco el otro. Y se notaba tanto. A cada
instante miraba hacia la puerta esperando que aparezcan. Nada. Dueños de los
abrazos mas hermosos por estos tiempos- por ahí siento gustarles mucho. Pero, por esperarlos me llevan a encerrarme en el brutal sabor de la ausencia y esa inicial grata soledad que con el correr de los tangos retumba de
manera tremenda se va transformando, me va hincando... Y me hallo no perdiendo detalle de la pista que se me va desdibujando entre alguna pesadumbre y ahí los imagino cada tanto a esos hombres que se
extrañan por sus tiernos abrazos . Casi que los veo hasta abrazando a
otras milongueras. Y hasta celos!. Luego lo concreto en el final de
la tanda: no están. No vinieron. Y vuelve otra bronca:. la del desencuentro; en qué otra milonga encontrarlos de esta ciudad populosa?.
Bailé poco; para estar cuatro horas bailé muy poco: primero un
morocho de traje que bailaba hermoso; luego un señor bastante mayor que una , con
quien me sentí horrible mientras me hizo girar en el silencio entre tango y
tango para ver mi trasero y aplaudirlo sin reservas halagándome el pantalón negro que
me había puesto. Por qué?, no ve que ni sonrisa de mi parte tiene como para
seguir jugando?. Y me aguanté otro tango y luego enfilé a mi silla intentando
cubrir el motivo en cuestión del halago. Habré bailado con dos más y basta; ya está me dije para mis adentros y abanicándome las lágrimas casi nacidas.
Un rato más sentada y , un "Viejo Ciego" entrada la madrugada que me despabilaba con dulzura . No pude más. Me paré y busqué un muchacho para abrazar. Un desconocido no tan desconocido porque lo había visto
bailar.
“Querés bailar?”
( él dudo un par de segundos. Yo estaba preparada para un
rechazo. Y esbozó una sonrisa, me tomó de la mano y bailamos…Cómo bailamos!)…
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