Ya tenía visualizado al hombre a quien deseaba abrazar en el último tango . Para mí estaba cantado .Es que justito lo tenía sentado a mi derecha. Serio y silencioso sin cruzar palabra .Estaba lleno de gente. Nuestras piernas se rozaban en esa especie de pirca que da a la vereda más bonita de Plaza Dorrego:
la vereda del bar con balcón , de la esquina de peli, empedrada y amarillenta , las mesitas afuera , la juventud expuesta entre birras y risas en cómoda armonía .
Cómo es eso de que el domingo pueda ser día para suicidios?
Día para encuentros, para compartir un tinto , para abrazar el viento , para zarandear polleras que no están, imaginando llenitas de flores con aroma a campo tenerlas
La tanda de salsa se me hizo eterna . A veces bailo todos los ritmos. Anoche solo necesitaba tangos y desquitarme palpitando en esos últimos tangos de la noche con la fiebre de un abrazo de esos pocos y atrevidos que se despliegan entre dulces y furiosos.
Y comenzó a sonar la última tanda...El de camisa celeste de mí lado , ese a quien esperaba entregada pero cautelosa, se levantó ; se alejó un par de metros, volteó su cara desde bajo un árbol viejo y me miró entre ganador y perverso e instante seguido invitó a otra muchacha - a esa con quien siempre veo que baila.
Termine aceptando sin muchas ganas aferrarme a uno de esos milongueros - amigos que nunca faltan .
Rara vez me abrazo a ojos abiertos .En "Adiós Corazón" no pude dejar de tenerlos así: bien abiertos. No pude dejar de tantear su lugar en la pista , su manera de abrazar...
Perdón amigo: por mi abrazo a medias. Muy probablemente ni te diste cuenta.
No tendría que haber aceptado, a veces es más digno el aparente rechazo a desear a otro en un abrazo.
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