Me duele el alma de pensarla. Ayer la soñé golpeándome la puerta de casa sin estar
borracha, sin andar pasada. La soñé
tirándole bombuchas de colores en su cabellera blanca, cubriéndole con con
gajos de naranjas su piel arrugada como si fuera una máscara. Soñé que después
me chupaba su cara, me iba comiendo su cara. Y chorreaba gotas naranjas que me dejaban pegajoso el cuello. Que íbamos juntas a la murga,
a “La Goyeneche” también y que comíamos un choripán sentadas en el cordón de la vereda
mientras las lentejuelas verdes se nos despegaban de la botamanga del pantalón.
Que en una de esas me llenaron de espuma loca sobre los ojos y cómo me ardían. Y
cerré mis ojos un segundo y al abrirlos su figura que corría entre los tambores
y la humareda de la parrilla callejera.
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